4 de febr. 2013

Suculent testimoni sobre l’ocupació de la frontera per Franco el 1939

Quan les tropes del general Franco van arribar fins la frontera francesa el divendres 10 de gener del 1939, al post duaner situat entre Portbou i Cervera de la Marenda es va produir un fet excepcional. Es va produir un llibre. Vull dir un llibre escrit en calent sobre aquelles hores precises per un actor directe. Es titula ¡Hay Pirineos!. El seu autor és l’escriptor falangista Ernesto Giménez Caballero, incrustat a la IV Companyia de Navarra del general Camilo Alonso Vega. Va aparèixer el 1939 mateix, amb fotografies dels fets, a l’Editora Nacional de Madrid. Continua sent de gran interès testimonial, des d’un punt de vista determinat. "Nosotros hemos tenido la gloria –hi escrivia Giménez Caballero-- de ver alzarse de nuevo en nuestro mapa, como un movimiento sísmico de la Historia, los Pirineos. La cordillera de montes y de espíritu puesta por Dios y derribada por los traidores al genio de España, que separaba desde siglos la absoluta integridad española de toda
avidez imperial vecina. !Oh españoles, hermanos míos! Desde el 10 de febrero de 1939 en la primera hora postmeridiana, España, tras dos centurias de agonías, de bofetadas, de renunciaciones, de ofensas y de lágrimas en silencio, acababa decontestar a los descendientes del Conde de Harcourt: 'Señores: ¡Hay Pirineos!'".
El llibre conté passatges antològics, como el relat de la primera missa de campanya muntada davant dels nassos dels astorats gendarmes ("Se advertía en aquellos especímenes del Ejército francés todo el pecado original de Francia"), però  aquest no és el fragment de més geni literari. Arriba al final, arran de la trobada amb les franceses. Quatre noies van pujar de Cervera fins el post fronterer, al costat del qual operava com a sumari bar una guingueta anomenada Chez Mariana. Alguns soldats de la unitat de Giménez Caballero van invitar-ne tres a prendre alguna cosa a l’interior del local i li van deixar la quarta a ell. 
-- Monsieur... --me dijo al verme solo. Me acerqué. Era una señora y una buena señora. Rubia, apretada de carnes, pintada al duco, con un gabán marrón muy ceñido y la falda muy corta. La cara era algo vulgar, como son muchas de las caras femeninas francesas cuando se les examina el pergamino de cerca, con técnica de palimpsesto. Me hizo una sonrisa emocionante. 
-- Monsieur... No sé español à peine
-- Parlez donc en français, s'il vous plaît, Madame. Je vous comprends
Comenzó diciendo que sentía una enorme curiosidad por ver el pueblo de Port-Bou. 
-- Ça c'est Port-Bou? --me preguntó con el dedo, avanzando unos pasos. 
--Oui, le dije. Y jugando con el sonido de las palabras, le respondí: 
-- Ça c'est 'pour vous' (Port-Bú) et ça (Cerbère) pour nous
Se echó a reír con una magnífica dentadura de jaca aun joven [...] 
-- Pues yo soy la mujer de un oficial del Ejército, aquí en el Pirineo... 
Y al decirme esto se me acercó mucho, rozándome. Me miraba a los ojos sin pestañear. Me sonreía. Me llenaba de un perfume que sería de d'Orsay o de Coty, pero que me daba escalofríos. 
-- Y qué, dije yo secamente. 
-- Yo quisiera de usted unas medias de seda... Las hay muy buenas en Cataluña... Si me las trae mañana, le espero en el túnel, para que me las dé... 
Y me cogió la mano en despedida, apretándola largamente. Ya se marchaba. Mis compañeros habían desaparecido Chez Mariana. Pegué un grito: ¡Madame! La dama del oficial volvió la cabeza alarmada. 
-- Qu'est'ce qu'il y a? 
-- Señora, las medias que se las compre su marido. Y que él la espere en el túnel, si cabe... [...] No se asombre, señora. No olvide que en España esta guerra, si ha valido para algo, es para que los maridos compremos las medias sólo a nuestras mujeres... 
Entré Chez Mariana [...] Tenían mis amigos sentadas en sus rodillas a las tres chicas. Al entrar yo, se levantaron ellas. 
-- Señoritas, márchense. Hagan el favor. 
Mis amigos se ofuscaron. Se opusieron violentamente. Me decían si estaba loco. 
-- No --les contesté-. Los locos sois vosotros. 
-- ¡Pues, qué hacemos! Lo que los castizos, lo que hacen los hombres... 
-- ¡No! Estáis haciendo lo mismo que hizo la generación pasada y la otra y la otra de España... La mujer en casa y la amiguita de París. La religión en casa y para la calle la cultura francesa, la política inglesa, laica... ¡Bobos! ¡Viejos! Mucho gritar y combatir y sufrir y conquistar palmo a palmo esta frontera y ya habéis caído en las eternas redes de la dulce Francia --Chez Mariana--, de la seductora Francia, siempre invencible... ¡Paletos! ¡Memos! 
Yo me había puesto frenético 
-- ¡Así venció Francia a nuestro imperio antiguo! Una mujer francesa se introdujo en el lecho de Felipe III y desde entonces hasta el mismísimo Azaña, corrompido en París, no ha sabido hacer con los Pirineos, con Francia, más que eso que aquí pone: irse con ella a reposar. ¡Fuera de aquí! [...] 
Atardecía. Perdimos de vista Chez Mariana. 
-- Muchachos --les dije cordialmente al despedirme. Perdonadme, pero esta guerra o significa una Revolución total contra todo lo de ese otro lado, o hemos perdido el tiempo y la sangre una vez más, como los peleles del destino... ¡No lo olvidéis! Desde hoy ¡hay Pirineos!". 
L’ardor de Giménez Caballero va ser recompensat amb un lloc a l’ambaixada espanyola al Paraguai. Poc després encapçalaria l’operació fallida de casar Pilar Primo de Rivera amb Adolf Hitler. Va sobreviure a Franco i el 1977 encara era entrevistat al programa “A fondo” de TVE pel periodista Joaquín Soler Serrano. Amb el pas dels anys, el seu enardit ¡Hay Pirineos! ha guanyat en suculència i en truculència.

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